Aníbal
Lautaro Olea Aedo
Profesor
de Educación Física Universidad de Playa Ancha
Magister en Gestión Deportiva Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación
Las
sociedades a lo largo de la historia, han construido y reproducido
rituales y expresiones que se cimientan en función de las creencias y
visiones que dominan el mundo. Estas expresiones cumplen un rol multifacético,
ya que por una parte externalizan las ideas de cada sociedad, a la vez que
son instrumentos de hegemonización y afianzamiento de las mismas.
En
este contexto podemos observar a lo largo de la historia, como la cultura, la
educación, las ciencias, artes, el deporte etc. son expresiones que han sido
acomodadas para aportar desde distintos ámbitos al desarrollo de los intereses
del sistema establecido.
El
deporte en particular, aunque sus estructuras organizativas modernas
manifiesten lo contrario pretendiendo no tener vinculación con las esferas de
poder político económico e influencia en sus definiciones, no queda exento de
esta condición, donde observamos acciones sancionatorias a consignas
reivindicatorias que barras deportivas manifiestan desde sus plataformas,
directorios de organizaciones deportivas disputados y controlados por el
sectores de la elite político económica, creación de leyes que establecen
estructuras empresariales en el deporte, subsidio estatal al deporte
profesional ( deporte empresa), por encima del deporte social etc., solo por
mencionar algunos ejemplos.
Ya desde sus orígenes fue configurada
como una expresión sociocultural creada por y para las clases sociales
dominantes, con el fin de fortalecer su ideario, cosmovisión, valores y objetivos. En
la antigua Grecia, donde se establecen con cierta formalidad los orígenes del
deporte, esta actividad asumía como principal componente la exaltación de la
corporeidad humana y los rasgos de superioridad de una casta determinada
por sobre otra, donde el acceso o más bien la posibilidad de su desarrollo se
encontraba determinada con exclusividad a los "nobles", los cuales
veían en el desarrollo del cuerpo una dimensión más de la integralidad del ser
humano que era preciso desarrollar, pero que solo estaba definida para los
nobles de la época. En los inicios de la
época contemporánea, junto con el desarrollo de la revolución industrial y
los orígenes del capitalismo, nace el deporte moderno, el cual se
establece en las altas capas de la burguesía, definida por una
participación altamente elitizada, machista y hedonista, que reproducía en
su ejecución los valores del naciente modelo socio económico; tecnologizado,
basado en la competencia como componente valórico fundamental, segregador,
basado en el resultado a cualquier costo.
En
la época contemporánea, fuertemente influida por el periodo anterior,
refinando sus mecanismos de control, haciéndoles ver estéticamente más
amigables, el deporte toma la expresión de un servicio de consumo, como un
“bien transable” al “acceso libre”... de tod@s los que dispongan de recursos
para su práctica, comercializando desde las que hace algunos años atrás, eran
posibilidades naturales y espontaneas del juego recreativo, hasta la comercialización
de la “motivación y voluntad personal” por hacer deporte, donde no bastan las ganas por correr, jugar
futbol, basquetbol, etc. si es que no se tiene la polera, la zapatilla, la ropa
más vistosa para su práctica.
La influencia sistemática sobre la actividad deportiva además repercute fuertemente en el cuerpo de valores (o anti valores) que la constituyen. A diferencia de las épocas antigua, donde primaba una visión integral de desarrollo humano, pero igualmente segregadora, o posteriormente donde lo divino centraba el desarrollo de la sociedad, hoy el mercado y su valoración exacerbada hacia la competencia, el hedonismo, el egoísmo, el individualismo, la victoria a cualquier costo, etc., ha transformado en el motor de la actividad humana y obviamente la deportiva.
La
influencia del modelo socio económico no tan solo modela el cuerpo de valores
que la actividad deportiva reproduce, sino también que con ellos el sentido y
objetivos que persigue el deporte en sí mismo y los individuos que los
ejecutan.
En
nuestro tiempo el deporte sigue contando con una matriz principalmente
elitista, donde es limitado en su práctica por la clase social a la que se
pertenece, sin embargo en los últimos años ha existido una apertura a las
posibilidades de participación deportiva de los sectores medios y pobres,
asumiendo las demandas de participación social en las distintas esferas de
desarrollo humano, pero sin la transformación con ello, del sentido impuesto
por el modelo socio económico. A través del proceso de
hegemonización del modelo, la práctica deportiva, incluso las que
se generan como expresión de equipos, carecen en su esencia de sentido
colectivo orientado al logro común, predominando el individualismo y la lucha
por sobresalir frente al resto ( actitud y comportamientos valorados por
incluso por “formadores”) , en vez de pensarse desde el aporte del individuo
hacía la colectivización para el logro de objetivos comunes, en
la esencia básica de un equipo, el cual se fortalece a través
de las características individuales dispuestas hacia el objetivo
colectivo.
Sin
duda el deporte ha ido modificando sus valores, sentido, y objetivos en
función a las características del periodo de la historia que se analice,
con la característica común que ha servido siempre (desde su estructura formal)
a los intereses del modelo social dominante ligado históricamente a una clase social
acomodada, elitista, que entiende y valida esta actividad para sus objetivos,
disputando o apropiándose de su representación para hacer de ella su plataforma
de profundización del modelo . Las particularidades de cada época solo añaden
ornamentación a las expresiones sociales, pero con un objetivo único e
invariable, la reproducción y hegemonización de las relaciones de poder. Esto
no implica que esta sea una dirección invariable, pero si, para
lograr su re direccionamiento es necesaria una planificación y
una acción coherente con un nuevo sentido transformador, que
ponga en contradicción la actual mirada mercantilista del deporte apuntando a
una concepción de desarrollo, inclusiva, integral, colaborativa y cooperativista, con valores que
hagan frente la deshumanización del deporte, que propenda a la construcción de
identidad, que promueva el desarrollo de la voluntad, del esfuerzo de la
solidaridad, etc., para influir desde esta expresión sociocultural a la
sociedad en su conjunto. Ello no
significa apartarse del medio social, si no utilizarlo para el beneficio del
colectivo, confrontándolo con formas novedosas, sentidos bien definidos y pasos
quizás lentos pero decididos para no caer en las trampas cortoplacistas de lo
actual.
Comentarios
Eso y el elitismo, donde simplemente se hizo la mejor goleada futbolera para el manejo de las masas...