El deporte es
una expresión cultural, que como todas, con el pasos del tiempo ha ido
adquiriendo un sentido cada vez más influido por el sistema social de mercado
que modela nuestro contexto nacional y global, convirtiéndose en un bien de
consumo el cual se transa en sus diversos ámbitos; su práctica, su consumo como
espectador, su imagen, resultados etc.
Esta condición no es extraña en un modelo de mercado hegemónico, el cual
ha calado en lo más hondo de las expresiones humanas, convirtiendo en bienes
transables elementos que para los ojos medianamente reflexivos debieran
constituir derechos esenciales del ser humano.
Asumiendo que
la batalla por el deporte “Profesional”, en particular en Futbol, se encuentra
perdida, formal y legalmente desde la promulgación de la Ley de sociedades
anónimas deportivas, la cual vino a despojar de su principal riqueza a los
Clubes Deportivos; su asociatividad, su
identidad patrimonial y territorial, su construcción de identidad cultural,
etc. es que se debe mirar con preocupación el devenir del que hasta hace poco
tiempo se erigía como un bastión de la esencia más natural del deporte amateur,
de ese deporte donde todos tenían cabida, donde lo medular al igual que como
fue con grandes instituciones deportivas chilenas, hoy desmanteladas por los
intereses económicos, como el Club Social y Deportivo Magallanes, Lota Shwager,
Santiago Wanderes, Cobreloa, Colo Colo, Fernández Vial, etc, era el pertenecer,
construir sentido de identidad, envolverse en la historia institucional y ser
parte viva de ella, etc. se destruye día a día por no valorar y respetar la
esencia principal del Futbol Amateur.
El futbol
amateur de un tiempo a esta parte quiere compartir la lógica de su hermano
rico, pretendiendo lograr su trascendencia apostando por la mercantilización de
la actividad, desmantelando su principal patrimonio: “La Asociatividad”, la
Integración Social, su rol “social y deportivo”, el cual los caracteriza por su
vinculación y preocupación por la comunidad que lo conforma, donde los valores
de solidaridad, fraternidad, se establecían como principios rectores de su
desarrollo como institución social, donde incluso los beneficios del deporte,
tanto físicos, sociales y emocionales no son considerados como un objetivo a
cumplir, primando mayoritariamente su objetivo competitivo. Este objetivo no es
malo en sí mismo, solo si se desestiman los anteriormente mencionados y cuando
el modo de conseguirlo transgrede la esencia del deporte amateur en los ámbitos
que ya se ha mencionado antes, sumando a ello, el establecimiento de la
lógica de mercantilización de jugadores,
desembolsando grandes sumas de dinero, pagando jugadores, dejando sin jugar a
aquellos que han sido parte integrante de las instituciones por años, aquellos
que se han comprometido sentimentalmente con la institución. Junto con lo
anterior se profundiza por una parte la lógica de la competencia desleal, donde
aquellas instituciones que nacen desde un origen de esfuerzo se encuentran en
desventaja en todas las dimensiones frente a aquellas que tienen un origen más
acomodado, dado que son víctimas del “robo de musculo”, por parte de aquellas
organizaciones que tienen mayor capacidad financiera, a la vez que asumen
formas de financiamiento para contrarrestar la ofensiva del dinero, las cuales
se encuentran reñidas con los objetivos primarios del deporte, que es la
promoción de una vida sana física, social y emocionalmente. Esto ha generado un círculo vicioso agravado
por la incapacidad muchas veces voluntaria de frenar el excesivo consumo de
alcohol y drogas en el contexto deportivo y la violencia que ello genera, lo
cual ha propiciado el alejamiento de las posibilidades de integración a nuevos
miembros, socios y principalmente jugadores y niños a los clubes amateurs, por
no contar con las condiciones de formación y desarrollo básicas para ello.
Este proceso
ha contribuido de gran manera a la proliferación de ligas deportivas privadas,
escuelas de futbol pagadas, etc. acrecentado el mercado del deporte en esferas
donde el mercado no debiera estar presente, pero donde ha encontrado un nicho
de desarrollo importante, por la incapacidad de prever y trabajar por cerrar
estas graves fracturas. Esto en
diferentes partes del país ha detonado la desaparición de categorías infantiles
del futbol amateur, desaparición de clubes, desmantelamiento de asociaciones
pasando de tener 20 clubes a una reducida participación de 8 e incluso 6
equipos.
Es en este
contexto, que la defensa del valor más esencial del futbol amateur debe
resurgir para su defensa y fortalecimiento. Es una ardua labor que no pasa por
los recursos económicos disponibles por las organizaciones, pero si por un
proceso de reflexión y decisión quizás más complejo pero inmensamente necesario;
“La recuperación o la reconstrucción del Sentido del Futbol Amateur,
replanteándose sus objetivos, recuperando su esencia colaborativa, su instancia
como espacio social articulador de las comunidades y su territorio, vinculando
a la familia, rescatando sus principales valores y cultura, la cual sea el
principal valor y motor de sus triunfos
deportivos haciendo parte de ellos a todos los que conforman las instituciones,
a aquellos que hoy golpean el balón, como a aquellos que han construido su
historia.
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