La actividad deportiva se viene consolidando en nuestro país como una importante “industria”, donde se abren camino personas asimiladas a referentes e “influenciadores”, personajes de farándula, la tv y uno que otro deportista que cumple algún estereotipo estético o que cuenta con un apellido llamativo para el marketing, simplificando la actividad al diseño de una pasarela para mostrar cuerpos tonificados, el cambio en su “aspecto físico” y con mucho esfuerzo y en casos muy reducidos, mencionando superficialmente los beneficios y aportes para la salud (una salud unidimensional, clínica y principalmente estética). Podemos sumar a esta fotografía el “éxito” material de jugadores de futbol, paseando ostentosamente dentro de una misma ciudad en helicópteros y exclusivos automóviles, mostrando aquellos elementos, como los reales logros de sus éxitos deportivos.
Esto nos lleva a preguntarnos ¿Es este el concepto de deporte que nos imaginamos y que nos interesa difundir? ¿Es el culto al cuerpo, la búsqueda de beneficios económicos y materiales mediante su práctica o incluso su utilidad para la salud productiva de la población los objetivos que esta actividad debe perseguir? ¿El deporte es tan bueno como nos dicen?
Estas interrogantes nos ayudan a despejar un elemento de real trascendencia; El Deporte no es una actividad neutra, siempre positiva y lejana a posicionamientos ideológicos. Por el contrario, es un área del desarrollo humano en disputa cultural, la cual a lo largo de la historia ha cumplido principalmente un rol de reproducción de valores, miradas e ideas del sistema social, lo cual explica profusamente los énfasis con los cuales en la actualidad se presenta esta actividad por los medios de comunicación, redes sociales, la institucionalidad publica y lamentablemente incluso por un gran número de profesionales del área. Otra pregunta nace entonces ¿Que deporte es es el que debemos potenciar para avanzar en beneficios sociales reales?
Creemos que un enfoque distinto del deporte y sus variantes (el ejercicio físico, la recreación activa, el juego e incluso la educación física) es posible, pero más aún, necesario, manifestando con claridad que cuando hablamos de Deporte Social no nos referimos a la sola inserción de programas en los barrios, nos referimos a un cambio de sentido profundo, del propósito esencial que jugará el desarrollo de esta actividad en el contexto social.
Esto es posible porque el deporte es una herramienta con una potencialidad de incidencia multifactorial y de gran interés social como pocas actividades humanas, la cual puede aportar a un profundo proceso de desarrollo personal y social que contribuya decididamente a la construcción de bienestar humano. Es por ello que cuando hablamos de Deporte Social, debemos tener la claridad de lo que buscamos, de donde nos situamos y donde colocamos las prioridades, marcando los énfasis que permitan manifestar que los propósitos que deben movilizar a la actividad no son neutros, por el contrario, propenden a la transformación sociocultural de las comunidades en las cuales se desarrolla. Para ello es necesario generar un posicionamiento valórico de la actividad, que la sitúe en una perspectiva de desarrollo humano integral, donde se priorice el derecho a la participación deportiva por encima de la selección, donde se aborde desde una mirada de construcción de tejido social, enfatizando en el desarrollo y educación de valores, habilidades y actitudes personales y sociales que propicien una saludable convivencia comunitaria, también considerando la educación de hábitos de vida saludable, valorando efectivamente la actividad como herramienta de construcción de factores protectores para la salud física, mental, emocional y social.
En definitiva bajo la concepción del Deporte Social, el éxito del deporte no se mide desde una única dimensión, menos desde una estética estereotipada y desde los valores que el mercado busca establecer como protagonista en esta actividad (el hedonismo, el personalismo, la exacerbación de la competencia, etc). El éxito del Deporte Social está en la incidencia que juega para la transformación cultural, poniendo el foco en el proceso y equiparando las condiciones de base para que todos obtengan sus beneficios y todos puedan perseguir sus metas con las mejores herramientas técnicas, personales y colectivas disponibles para ello. Es entender que el éxito se construye entre todos y para todos.
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